Darío Español Solana
Desperta Ferro Ediciones
La Plena Edad Media constituye el periodo de mayor actividad bélica de la historia peninsular, un periodo infausto y épico a partes iguales en el que cristaliza el empuje de los reinos cristianos y la expansión feudal frente al menguante poder musulmán, al que, sin embargo, insuflará nuevos bríos la irrupción de los imperios norteafricanos de almorávides y almohades y su renovación de la yihad. Un periodo que a menudo se ha narrado privilegiando el acontecer en los territorios centro-occidentales de la Península, cuando precisamente el nordeste –lo que grosso modo sería Navarra, Aragón y Cataluña– constituye el crisol militar más abigarrado de todo el sur de Europa a partir del siglo XI. Un vórtice vertiginoso y violento en el que más de una decena de Estados feudales e islámicos giraban sobre sí mismos bajo fuerzas centrípetas y crearon unos modos de concebir y hacer la guerra que fueron, en cierto sentido, distintos a sus formas homólogas en el resto de la piel de toro.