Fuente: El País
Unas manos pulsan las cuerdas del salterio y surge de ellas su sonido minucioso y vibrante. Antes, otras manos cortaron y lijaron la madera que cierra su caja de resonancia, modelaron las clavijas y extendieron las hileras de cuerdas. El mundo de la música medieval es un mundo de músicos y lutieres. Ambos se unen para dar vida a unos instrumentos que han tenido que aprender a construir y a tocar a partir del estudio de códices, o de pinturas y esculturas en iglesias. Algunos de los instrumentos son réplicas de los que han quedado fijados por el arte; otros, una actualización que busca mejoras en el sonido e innovaciones técnicas. Salterios, zanfonas, rabeles y laúdes siguen vivos, y los festivales y ciclos dedicados a la música antigua crecen poco a poco. Como el Festival Jordi Savall, en Tarragona; el Festival de Música Antigua de Valencia, el Early Music Morella, el Festival de Música Antigua de Granada, el Música Antigua Xixón y el Festival de Música Antigua de los Pirineos.
“Creo que el circuito de festivales es cada vez más amplio y que hay más interés por la música medieval. Cuando nosotros empezamos, en los ochenta, eran contados con los dedos. Había muchos más en Holanda, en Francia, en Inglaterra. Así que es alentador el interés del público. Respecto a las instituciones, algunas apoyan este tipo de música. En otros casos te das contra una pared y no hay manera de hacer entender que debemos echar un poco la mirada hacia atrás en el tiempo para buscar nuestras raíces», dice Begoña Olavide. Ella es una de las intérpretes españolas más destacadas del salterio y ha colaborado con Hespèrion XXI, grupo internacional creado por el violagambista y musicólogo Jordi Savall, referente en la interpretación y recuperación de la música antigua.