28 al 29 de noviembre de 2024
Nájera (La Rioja)
Dirs.: Jesús Á. Solórzano Telechea, Nena Vandeweerdt e Iñaki Bazán Díaz
Org.: “BARMER. Del barco al mercado. Actividad económica, relaciones sociales y conflictos armados en las ciudades y villas portuarias de la Europa Atlántica bajomedieval” (PID2020- 118105GBI00)
Los migrantes, refugiados y exiliados fueron un grupo heterogéneo y diverso que contribuía al dinamismo social, económico y cultural en la ciudad medieval. Las crisis económicas, las pandemias, las invasiones, las persecuciones religiosas y las guerras provocaron movimientos significativos de poblaciones en busca de refugio. Procedentes de diferentes regiones, religiones y etnias, estos individuos se integraban en la sociedad urbana con mayor o menor facilidad, según sus circunstancias personales, económicas, de género y las condiciones históricas de las ciudades a las que llegaban. Algunos de ellos ocupaban puestos relevantes en el comercio, la artesanía, la administración o la cultura, mientras que otros sufrían la marginación, la exclusión o la persecución. Las mujeres migrantes y refugiadas se enfrentaron a una gran cantidad de desafíos, debido a su condición sexual y sus experiencias variaron ampliamente según su posición social y ubicación geográfica. Las mujeres a menudo encontraban refugio en instituciones religiosas, como los conventos, que ofrecían una apariencia de protección y autonomía.
Además, las colonias de extranjeros, refugiados y exiliados en la ciudad medieval también estaban integradas por grupos de mercaderes, artistas, trabajadores, intelectuales, políticos que se movían por razones de necesidad o de trabajo. En el caso de los mercaderes, se instalaban en las ciudades que tenían acceso al mar o a ríos navegables, o que formaban parte de rutas comerciales terrestres donde podían comerciar con sus productos y obtener beneficios. Los extranjeros contribuían al crecimiento y la prosperidad de las ciudades medievales, pero también tenían que enfrentarse a dificultades jurídicas y sociales, como el pago de impuestos, la competencia de los gremios locales y la desconfianza de los habitantes. Para defender sus intereses, los extranjeros solían agruparse en colonias o naciones, que tenían sus propias normas, privilegios y autoridades. La convivencia entre los nativos y los foráneos no siempre era pacífica, y a menudo se producían conflictos, tensiones y violencias que alteraban el orden público. Sin embargo, también existían espacios de intercambio, colaboración y tolerancia que favorecían el enriquecimiento mutuo y la cohesión social. Estos movimientos de población no solo cambiaron la demografía de la época, sino que también influyeron en el desarrollo social y económico de Europa.
La migración, cualquiera que fuera su causa, contribuyó a la dinamización y el enriquecimiento de la vida urbana, pero también generó conflictos y tensiones con los habitantes locales que se debatirán en estos XXI Encuentros Internacionales del Medievo de Nájera.
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